sábado, 28 de junio de 2008

LA CRÓNICA DE UNA INUNDACIÓN

Este fue mi primer trabajo publicado en Enfoque el 22 de julio del 2007. Además del trabajo de investigación y documentación que implicó para no presagiar escenas imposibles, resultó un ejercicio literario interesante.



Un desastre anunciado Reforma(22-Jul-2007).-
La Comisión Nacional del Agua, diversos especialistas, e incluso las autoridades del Distrito Federal han advertido en las últimas semanas sobre la posibilidad de que este año pueda ocurrir una gran inundación en la Ciudad de México y el oriente de la zona metropolitana.
Desde el mes de enero, las autoridades del Distrito Federal, el estado de México y la Federación se reunieron para tomar previsiones y evitar una catástrofe.
La decisión fue construir -como solución preliminar- cinco plantas de bombeo para recuperar la capacidad de desagüe del Gran Canal, que actualmente trabaja a menos de la mitad de su capacidad original. Mientras que en 1975 el Gran Canal desalojaba 80 metros cúbicos de agua por segundo, actualmente puede desalojar apenas 10 metros cúbicos por segundo; esto, debido a que ha perdido su pendiente original como producto del hundimiento de la ciudad.
Si estas cinco plantas se terminan antes de diciembre, como está previsto, el Gran Canal podrá desahogar la carga de desagüe que actualmente se concentra en el Emisor Central, principal componente del Sistema de Drenaje Profundo, lo que permitiría secarlo, entrar a repararlo y dejarlo listo para trabajar a toda su capacidad en los próximos años.
En 1975, el Emisor Central desalojaba 180 metros cúbicos de agua pluvial por segundo y en este año desaloja 110 metros cúbicos de agua de lluvia mezclada con aguas negras. Además de devolverle su capacidad original, las autoridades pretenden darle mantenimiento mayor antes de la temporada de lluvias del próximo año.
Pero si algún tramo del Emisor Central llegara a colapsarse en los próximos meses, antes de ser reparado, y esto se combinara con una lluvia intensa como las que el Servicio Meteorológico prevé para agosto y septiembre, los especialistas aseguran que una inundación de grandes dimensiones sería inevitable. ¿Cómo sería la gran inundación?
El café del Gran Hotel de la Ciudad de México estaba a reventar. Además de ser las 19:00 horas de un viernes de verano en el Centro Histórico, mucha gente había corrido ahí, como a otros edificios de la zona, para refugiarse de la lluvia y de una inundación que rebasaba ya las banquetas.
Los meseros corrían de un lado a otro llevando tazas de té y café a los comensales nerviosos, que a través de las llamadas por celular se iban enterando del nivel de la inundación en otras partes de la ciudad.
"Mi hija está atorada en Río Churubusco. Dice que el agua está llegando como marejada", dijo un hombre.
"En Zaragoza ya no se puede pasar. Dice mi mujer que hay gente en los techos de los carros", mencionó alguien más.
La gente se había metido al lobby del Gran Hotel por estar más arriba del nivel de calle, pero el agua comenzaba a subir los primeros escalones del recibidor. Los empleados comentaban que nunca habían visto algo así en el centro.
Y es que desde 1951 las inundaciones que se presentaban en la zona no sobrepasaban los 10 centímetros. Una pareja de ancianos que esperaba una oportunidad para ser atendida en el café recordó aquellos dos meses de julio y agosto del 51. El agua había alcanzado más de medio metro y calles como 16 de Septiembre y Motolinía se cruzaban de un lado a otro en pequeñas balsas. "Aquello fue una tragedia tremenda", recordó la señora.
Éste parecía un aguacero como el de aquel 15 de julio de 1951. Durante una hora habían caído más de 50 milímetros cúbicos de agua pluvial, casi el triple del registro más alto de la temporada que era de 10 a 15 milímetros en dos horas. La inundación del 51 había sido uno de los motivos que desencadenaron la construcción del drenaje profundo en 1966.
El sistema de túneles de 110 kilómetros de longitud, concluido en 1975, había sido diseñado para trabajar la mitad del año en el desagüe de las aguas pluviales. Sin embargo, desde 1992 trabaja los 12 meses del año llevando lluvia y aguas negras.


El colapso del drenaje

La historia se repetía 56 años después: el Zócalo se había convertido en una laguna y alrededor de la enorme plancha de concreto el tráfico se había quedado detenido; a los autos varados apenas se les veían las llantas. La gente intentaba correr entre el agua anegada. Los policías, con impermeables amarillos y el agua hasta las rodillas, daban enérgicas indicaciones a los transeúntes y a los conductores que se resistían a dejar sus vehículos para ponerse a salvo. Era como si no hubiera drenaje.
Tal como lo habían advertido los estudios del Colegio de Ingenieros Civiles, del gobierno federal y de las propias autoridades capitalinas el Emisor Central -donde desembocan la mayoría de los túneles del drenaje profundo y la principal salida del agua del Valle de México hacia el Río Tula- había colapsado, luego de trabajar sin descanso ni el mantenimiento anual que hasta 1992 se le había hecho.
La advertencia de que el gran túnel de 50 kilómetros y 6.5 metros de diámetro estaba trabajando indebidamente, a veces con más carga de la que podía desahogar, había llegado a gran parte de la población con anterioridad, por lo que las autoridades no dudaron en confirmar la noticia.
Una revisión realizada a principios del 2006 había evidenciado que la rugosidad en las paredes del Emisor Central, que en algunas partes dejaba el acero expuesto, ya había reducido la capacidad de desalojo original de 180 metros cúbicos por segundo a 110. Ante la intensidad de la tormenta el túnel estaba tratando de sacar cerca de 200 metros cúbicos por segundo, lo cual ejercía un exceso de presión que terminó por abrir un grieta y provocar un derrumbe a la altura de la Lumbrera 4, en Tlalnepantla.
Las cinco plantas de bombeo que habían comenzado a construirse para entrar en funcionamiento en diciembre, con la intención de reforzar al Gran Canal del desagüe y poder cerrar así el Emisor Central para entrar a rehabilitarlo, no habían sido terminadas, por lo que el colapso había sido inevitable. El riesgo se tenía presente, incluso la Comisión Nacional del Agua había iniciado la construcción de una planta más, con mayor capacidad, para que en la confluencia del río de los Remedios y el canal La Compañía, fuera capaz de bombear el agua del emisor hacia un área inundable en el vaso de Texcoco, en caso de emergencia. Pero tampoco se había terminado.
A través de las cámaras de monitoreo colocadas en los 28 puntos críticos de encharcamiento que la Secretaría de Protección Civil del Distrito Federal determinó en mayo, al iniciar la temporada de lluvias, se habían detectado las zonas más graves de la inundación, que coincidían con las señaladas por los estudios realizados por el Colegio de Ingenieros.
Las delegaciones Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza, Iztacalco, Cuauhtémoc, parte de Iztapalapa y de la Benito Juárez en el Distrito Federal, y los municipios de Ecatepec, Texcoco y Nezahualcóyotl en el estado de México, eran los más afectados.
El daño alcanzaba directamente a cientos de colonias en donde habitan cerca de 4 millones de personas. Pero en toda la zona metropolitana, incluso en los lugares más altos como Milpa Alta, Tlalpan o Cuajimalpa, la gente intentaba localizar a sus parientes y amigos en medio del caos.
El tráfico varado, las líneas telefónicas bloqueadas y los apagones casi generalizados mantenían a la población inmovilizada.


Los ríos humanos

A pesar de estar varados, preocupados por sus familias, asustados y ansiosos de volver a sus ciudades de origen, los que se refugiaban en el Gran Hotel eran sólo espectadores instalados en un cómodo café a tres metros del suelo.
A nivel de calle la tormenta se sufría de otra forma. Armados de cubetas y escobas, algunos comerciantes establecidos no desistían en su intento por sacar el agua de sus locales y poner a salvo la mayor cantidad de mercancía posible. Algunos la subían a anaqueles y mostradores, pero muchos trataban de llevarse las cosas ante la amenaza de que el agua subiera más de tres metros en las inmediaciones del Zócalo, como lo había advertido la Conagua en los días anteriores.
Los más de 25 mil ambulantes que según la Canaco se instalan en el Perímetro A del Centro Histórico, y que normalmente comienzan a levantar sus puestos poco antes de las 19:00 horas, habían comenzado a recoger en cuanto el agua les cubrió los tobillos. A las 20:00 horas corrían con sus diablitos a las cocheras de resguardo; el agua ya les llegaba a la cintura y, en su carrera por encontrar un sitio donde guardar lo más valioso, chocaban entre ellos sorteando automóviles y microbuses varados. La avenida Circunvalación, que da salida natural a las inmediaciones de la Merced, Lagunilla y Tepito, era un torrente capaz de arrastrar al menos avispado y nadie se animaba a cruzarla nadando.
Las más de 6 mil bodegas y locales de la Merced estaban inundados. El agua había alcanzado más de un metro y las ratas comenzaban a salir a flote buscando tierra firme.
En las calles del Centro Histórico, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal improvisaba un operativo de evacuación.
"¡Quítense del arroyo de la calle!", gritaban los policías inútilmente, "váyanse a un lugar alto".
La gente que intentaba salir de los estacionamientos aledaños se subía a los techos de sus autos y los comerciantes y habitantes de la zona corrían hacia las azoteas de viejas vecindades y edificios visiblemente dañados por el tiempo y el abandono.


Pasajeros varados

Mientras esto ocurría en el primer cuadro, en la confluencia del Bulevar Puerto Aéreo y avenida Hangares ya no se veía el techo de los automóviles que se habían quedado varados.
Ahí, en las inmediaciones del aeropuerto, había comenzado todo. Por ser una de las zonas más bajas de la ciudad (a 2 mil 226 metros de altura, contra 2 mil 240 del Zócalo) las aguas negras encontraron salida más rápido por las alcantarillas. La precipitación se había sumado al exceso de desechos que taponeaban las tuberías del drenaje.
Era la reacción prevista. Si el Emisor Central se había bloqueado, el agua de lluvia mezclada con las aguas negras estaría saturando los interceptores que desembocan en él y los colectores del drenaje superficial.
Los vecinos de colonias como Moctezuma, Santa Cruz Aviación y Aviación Civil, que ya antes habían reportado la falta de mantenimiento en el drenaje y los malos olores que tenían que aguantar cuando llovía, habían desistido de sacar el agua de sus hogares y se refugiaban en las azoteas, con el rostro cubierto con pañuelos o camisas para mitigar la pestilencia.
Ante la inundación en las pistas de la terminal aérea se habían cancelado los vuelos, afectando a los más de 60 mil usuarios que diariamente transitan por el principal aeropuerto del país. Los vuelos por aterrizar habían sido desviados a otras bases; en el mejor de los casos Toluca, pero incluso a Puebla o hasta Guadalajara.
También la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente (TAPO) había suspendido el servicio. Los más de 45 mil pasajeros que normalmente pasan por ahí se habían quedado detenidos, por lo que las afectaciones estaban llegando a otros lugares fuera de la zona metropolitana.


La ciudad inmóvil

"Cerraron el Metro".
La noticia se había dispersado desde las puertas cerradas de las estaciones subterráneas, de donde la gente había ido saliendo en busca de otra forma de llegar a casa. El agua se había ido filtrando y antes de que llegara a las vías las autoridades habían decidido desalojar los vagones y suspender el servicio de un sistema con 4.2 millones de usuarios diarios.
En las zonas donde no llovía la gente salía desconcertada, y en donde azotaba todavía la tormenta los pasajeros evacuados narraban asustados que abajo se formaban verdaderas albercas. Nadie podía ir a ningún lado.
Afuera del Metro Lagunilla una señora lloraba por la angustia de que sus hijos estaban solos en su casa de la colonia Nueva Tenochtitlan, en la delegación Gustavo A. Madero, y sin Metro no había manera de llegar hasta allá porque el servicio de microbuses y camiones estaba saturado en aquellas arterias por donde todavía podían circular.
Tampoco podía comunicarse con sus vecinos para decirles que auxiliaran a sus hijos debido a las fallas en las líneas telefónicas provocadas por el agua y la saturación de las mismas, y aunque no estaba segura de que en el norte estuviera lloviendo sabía que al ser vecina del Gran Canal del desagüe era muy posible que se estuviera saliendo el agua, aunque en aquella área el túnel estuviera entubado.
Y sí, en la Gustavo A. Madero la situación empeoraba. Las medidas usuales de los vecinos para combatir las inundaciones, como la improvisación de bardas y diques hechos con costales de arena, no eran suficientes. No sólo les caía lluvia, también las coladeras escupían aguas negras.


Lluvia y desechos

En la mayoría de la zona urbana podía percibirse el olor a caño. El drenaje parecía no estar dispuesto a llevarse una gota más de agua.
El Gran Canal, que había perdido su pendiente natural hacía el río Tula a causa del hundimiento ocasionado por la sobreexplotación de los mantos acuíferos, era la principal vía de desagüe disponible además del Emisor Poniente del drenaje profundo. Pero entre ambos podían desahogar apenas 40 metros cúbicos de agua por segundo, cantidad equivalente a los desechos generados diariamente por los habitantes del Valle de México, a la que en ese momento había que sumarle el agua de lluvia.
Las familias que vivían en colonias de Ecatepec como San José Xalostoc y Villa de Guadalupe, donde el Gran Canal corre a cielo abierto, habían visto cómo éste sobrepasaba los tres metros de su vaso y se desbordaba, arrasando a su paso con las casas de lámina y cartón ubicadas en el borde. A pesar de estar acostumbrados al tufo del drenaje, incrementado por los desechos de la zona industrial aledaña, éste les resultaba ya insoportable.
Sin embargo, lo importante en el momento era ponerse a salvo.
Luego de intentar salvar algo de la mercancía de su tienda de abarrotes justo enfrente del Canal, una joven desamarró a su perro que ladraba ansioso en la cochera, cerró las puertas del lugar y corrió hacia la planta alta de su casa. No sabía calcular cuánto podría perder, ni si los distribuidores le repondrían el producto; para ella era una pérdida total.
Perros y ratas muertas, botes de basura, llantas y hasta algunos muebles livianos flotaban en el torrente del Río de los Remedios recién desazolvado.
Las corrientes de las calles viajaban arrastrando cualquier cantidad de basura atascada en las coladeras y en los tiraderos.
Las vialidades por donde otrora circularon ríos, se convirtieron en el cauce natural del agua pluvial mezclada con los desechos que brotaban de las coladeras.
El Viaducto Miguel Alemán, Río Consulado y Río Churubusco estaban convertidos en caudales de agua y autos varados. La gente buscaba refugio en los techos de sus autos, pero en los pasos a desnivel la lluvia ya había cubierto los coches por completo y los automovilistas los habían abandonado para ser rescatados. La Unidad Tormenta del GDF, preparada con semanas de anticipación, trabajaba en ello.
La Calzada Ignacio Zaragoza estaba bloqueada a la altura de Ciudad Neza y Santa Martha Acatitla. La afectación podría durar días, como en mayo del 2000, cuando la salida a Puebla quedó cerrada durante tres días por el desbordamiento del canal La Compañía. Aquella vez los daños a casi mil viviendas y más de 50 mil habitantes de los municipios de Chalco, Valle de Chalco e Ixtapaluca, habían ascendido a más de 3 mil millones de pesos. Las consecuencias de la tragedia que se vivía eran todavía incalculables.


La ayuda

Cuando dejó de llover, alrededor de las 21:00 horas, un área de más de 200 kilómetros cuadrados -equivalente a la superficie del puerto de Veracruz- estaba cubierta de agua.
En las zonas más bajas y las confluencias de avenidas como Oceanía y Río Consulado o el Viaducto y Calzada de Tlalpan, el agua había alcanzado hasta tres metros y aunque ya no había precipitación, el desagüe seguía desbordándose.
En algunas partes de la ciudad había llovido cerca de dos horas; en otras no había caído ni una gota, pero la afectación era general.
En el Gran Hotel la gente había abandonado el café y se había subido a los pasillos que conducen a las habitaciones, pues el agua había llegado hasta el lobby -ubicado a más de tres metros arriba del nivel de la calle-. La angustia rondaba a los turistas que temían por su seguridad y a los que se habían refugiado allí, pues no podían comunicarse con sus familias y sabían que no podrían moverse en unas horas.
La ayuda oficial e improvisada se había comenzado a desplegar cuando todavía llovía. Los gobiernos federal, del Distrito Federal y del estado de México se coordinaban con todos sus recursos para la emergencia.
Plantas portátiles generadoras de electricidad, bombas sumergibles capaces de desalojar 140 litros de agua por segundo, equipos de desazolve, lanchas para el rescate, bomberos, policías y personal capacitado ex profeso para esta previsible catástrofe, laboraban a marchas forzadas en las zonas afectadas.
El gobierno federal puso en marcha del Plan DN-III-E, por lo que el Ejército se disponía a auxiliar a la población con acciones de rescate, medidas de salubridad, abasto de comida, medicamentos y agua purificada.
El Metro seguía cerrado y las redes telefónicas saturadas. Las autoridades urgían a desalojar las zonas más anegadas para que la gente pudiera ser trasladada a los albergues, donde también se les aplicarían vacunas para evitar epidemias.
Para la evacuación de las colonias más afectadas se dispusieron lanchas y helicópteros; pero resultaban insuficientes ante la cantidad de gente varada. En las unidades habitacionales de la zona centro y nororiente los vecinos de los pisos altos se sentían a salvo, pero los vapores que subían de las alcantarillas amenazaban con intoxicarlos y el ambiente comenzaba a contaminarse.
Antes de la media noche ya se hablaba de víctimas mortales. Casas construidas en barrancas fueron devastadas. Algunas personas habían sido arrastradas por las corrientes en las avenidas y otros se quedaron atrapados dentro de sus automóviles, según algunos testigos. Pero todavía era imposible calcular cuántas víctimas había cobrado la tragedia.
En algunas colonias la gente organizaba cuadrillas de rescate. Hubo quienes sacaron lanchas y, armados con sogas y linternas, se lanzaron auxiliar a las calles cercanas.
Las azoteas de algunos edificios se improvisaron como helipuertos, para poder evacuar a la población y llevarla a los albergues.
El GDF tenía preparados 96 refugios temporales para cualquier emergencia, pero no todos se pudieron habilitar, pues los ubicados en Gustavo A. Madero, Iztacalco, Venustiano Carranza e Iztapalapa también estaban inundados. Esto obligó a improvisar albergues en las delegaciones menos afectadas.
Durante toda la noche la ciudad estuvo despierta. La población se mantenía alerta de las novedades, y los medios de comunicación transmitían mensajes de quienes intentaban comunicarse con sus familiares y listas de gente extraviada.
Las autoridades de salud alertaban sobre no utilizar el agua corriente ante el riesgo de que estuviera contaminada. Sólo debía beberse agua hervida o purificada.
En la madrugada comenzó a llegar más ayuda. Agua embotellada y comida enlatada, así como cobijas y vacunas aterrizaban en helicópteros de diversos estados. En el aeropuerto se trabajaba a marchas forzadas para rescatar por lo menos una pista y que los pasajeros detenidos, más de tres mil a esa hora, pudieran salir de la ciudad. La terminal estaba a reventar; la gente se había acomodado a dormir en las plantas altas.
Los directivos del Aeropuerto Benito Juárez proyectaban que al final del día habrían logrado sacar a la totalidad de la gente, pero una vez vacío volvería a cerrarse. Había demasiados daños en las pistas y en la planta baja de la terminal.
En las zonas donde los ríos corrían a cielo abierto -especialmente cerca del Gran Canal y el Río de los Remedios- se comenzaron a detectar brotes de diarrea y alergias en la piel.
Unas 12 horas después del colapso del Emisor Central, las autoridades anunciaban que podrían desalojar el agua anegada en una semana, pero el Servicio Meteorológico pronosticaba más lluvia.
No sólo la capital, sino todo el país, se preparaba para enfrentar un problema de mayores magnitudes.
Ante el daño en edificios oficiales del Centro Histórico, como el Palacio Nacional, que alberga a la Secretaría de Hacienda; la Suprema Corte, la Catedral, el viejo Palacio del Ayuntamiento -sede del GDF-, la Cámara de Diputados y el Senado de la República, la burocracia nacional podía verse afectada.
La gran inundación finalmente había sucedido y los compromisos de inversión para construir plantas de bombeo y un gran túnel de 50 kilómetros paralelo al Emisor Central, habían llegado demasiado tarde para la población afectada.


FUENTES CONSULTADAS:

Jorge Legorreta, coordinador del Centro de Información del Agua de la UAM; José Luis Luege Tamargo, director de Conagua; Elías Miguel Moreno, secretario de Protección Civil del DF; Mario Luis Salazar Zúñiga, presidente del Colegio de Ingenieros Civiles de México; Ramón Aguirre Díaz, director general del Sistema de Aguas del DF; Horacio Riojas Rodríguez, director de Salud Ambiental del Centro de Investigaciones en Salud Poblacional del Instituto Nacional de Salud Pública, y Joel Audefroy, investigador del IPN y miembro de la Coalición Internacional del Hábitat México.

EL DEBATE PETROLERO

Aunque ya he publicado varias cosas en Enfoque, la serie sobre el debate de Pemex es de las más interesantes por el trabajo de investigación que requirió.



De la expropiación a la 'apertura' Reforma(16-Mar-2008).-
Las empresas petroleras extranjeras, que hace 70 años salieron del país tras la expropiación decretada por Lázaro Cárdenas, trabajan desde hace décadas en México asumiendo labores que según la ley reglamentaria del Artículo 27 Constitucional corresponden exclusivamente a la empresa paraestatal Petróleos Mexicanos, como el transporte de crudo y la producción de gas y petróleo.
A partir de una reforma hecha a esta ley reglamentaria en 1995, áreas como el transporte, almacenamiento y distribución de gas asociado, así como la petroquímica, se abrieron al capital privado, pero aquellas que continúan reservadas a la paraestatal están siendo igualmente desarrolladas por empresas transnacionales.
Según el artículo tercero de la ley reglamentaria del artículo 27, sólo la nación podrá llevar a cabo las distintas explotaciones de los hidrocarburos, que implican la exploración, explotación, transporte, almacenamiento, distribución y ventas de primera mano del petróleo, el gas y los productos que se obtengan de la refinación, además de la distribución y ventas de los petroquímicos básicos.
En la práctica, bajo el esquema de los llamados Contratos de Servicios Múltiples, se ha cedido la producción de gas natural a particulares. Del 2003 hasta ahora se han licitado siete bloques en la región de la Cuenca de Burgos (que según datos de la Sener produce el 25 por ciento del total del gas en el territorio) para que el mismo número de empresas ejecuten las obras de "infraestructura y mantenimiento de campos de gas no asociado", que implican la producción del hidrocarburo.
La española Repsol, la brasileña PTD Servicios Múltiples (Petrobras), la texana Lewis Energy, y cuatro mexicanas: Servicios Múltiples de Burgos, Industrial Perforadora de Campeche, Desarrollo y Servicio Petrolero y Monclova Pirineos Gas han ido obteniendo los bloques de la cuenca para producir gas no asociado, el cual no entra en las excepciones al artículo tercero de la ley reglamentaria.
Desde el 2003, cuando se firmaron estos contratos, especialistas y legisladores advirtieron de su probable ilegalidad: "Los Contratos de Servicios Múltiples transfieren renta petrolera a los contratistas sin haber asumido el riesgo de la exploración. Lo correcto es que el Estado se quede con toda esa renta por ser el propietario del recurso y el que asumió el riesgo", señalaba el economista de la UNAM Víctor Rodríguez Padilla, en un estudio presentado a la Cámara de Diputados.
Legisladores priistas y perredistas interpusieron una demanda de inconstitucionalidad por los primeros contratos, pero en el 2005 el juez federal Fernando Rangel declaró que los promoventes carecían de personalidad jurídica para cuestionarlos.
"Ahí hay actos de ilegalidad muy grandes", asegura el senador perredista Graco Ramírez, secretario de la Comisión de Energía, "son actos de corrupción para favorecer intereses privados, en lugar de haber hecho una planeación de perforación y ahorro del gas que quemamos en los pozos petroleros y haber desarrollado tecnología para empezar a utilizar ese gas y favorecer también a mediano y largo plazo la perforación de pozos de gas seco".


Contratos de obra

Algo similar a lo que sucede en la Cuenca de Burgos se da en otras áreas de la producción de petróleo crudo. A partir de la firma de contratos de obra, varias compañías internacionales están llevando a cabo trabajos de perforación y producción en pozos petroleros, una actividad que constitucionalmente sólo le corresponde a Pemex.
Aunque apegándose al artículo sexto de la ley reglamentaria la paraestatal puede celebrar con personas físicas o morales los contratos de obras y de prestación de servicios que requiere, en sentido estricto la actividad de perforación y producción le toca sólo al Estado.
"Es una forma de privatización, porque innecesariamente se transfieren a estas compañías actividades, empleos e insumos que podrían ser de Pemex. Sin necesidad, se está abriendo cada vez más la participación de actividades que deberían estar reservadas al Estado", dice Francisco Garaicochea, presidente del grupo Constitución de 1917.
De los 44 pozos en desarrollo perforados en 2007, la mitad fueron excavados por Pemex y la otra mitad por Mexdrill Offshore, Mexico Drilling Limited, TDCO México, Sam Noble, Goimar, Nabors y Noble Drilling.
Además, el año pasado se firmaron contratos por 4 mil millones de pesos con compañías como la texana Halliburton y la francesa Schlumberger para perforar pozos, realizar estudios geofísicos y adquirir maquinaria. De los 224 equipos de exploración con que cuenta Pemex, 123 son de su propiedad y el resto los renta a este tipo de empresas.
"Halliburton y Schlumberger reciben toda la información que toman de los registros geofísicos de los pozos y de primera mano se enteran del potencial que tiene Pemex a través de esos registros", explica Garaicochea.
Ninguna de estas compañías obtiene derecho alguno sobre los hidrocarburos, ya que la ley estipula que "en ningún caso (Pemex) concederá por los servicios que se presten o las obras que se ejecuten, porcentajes en los productos, ni participación en los resultados de las explotaciones".
Se trata de un convenio distinto a los llamados "contratos de riesgo" que operan las grandes compañías petroleras como Shell, Chevron y British Petroleum en otras partes del mundo y que implican obtener un porcentaje sobre el hidrocarburo explotado, o retirarse sin recuperar su inversión en caso de no hallar petróleo.
"Pemex sigue teniendo el control de la operación de esos servicios y sigue teniendo la toma de decisiones sobre la ejecución. Ha recurrido a esos servicios, pero también tiene los técnicos que dominan el conocimiento; por lo tanto, la compañía no va suelta (como ocurre en los contratos de riesgo)", argumenta Alfonso Hickman, también miembro del grupo Constitución del 17.
Si se llegara a abrir la ley, estas mismas empresas podrían pasar a trabajar con Pemex en forma de asociación y no en contratos de obras, como sucedió en Brasil a partir de 1997.


También los ductos

La última cesión a la iniciativa privada fue la del transporte de crudo del Sistema 4, que opera cerca de 65 kilómetros de ductos en Veracruz, Tabasco, Chiapas y Oaxaca.
En noviembre del 2007 la empresa EMS Energy ganó un contrato por 400 millones de dólares y 10 años de duración para llevar a cabo el "aseguramiento de la integridad y la confiabilidad del sistema de transporte de hidrocarburos". Aunque las cláusulas no señalan explícitamente la operación de los ductos, el ingeniero Isidro Rodríguez Carvajal, ex trabajador por 31 años del área de Construcción y Mantenimiento de Ductos de la paraestatal, explica que no se puede llevar a cabo la protección del transporte sin intervenir en su operación.
"Por esos ductos pasa el 100 por ciento del crudo que va a llegar a las seis refinerías que tiene Pemex; cualquier problema que se presentara pararía a las refinerías, ya que sólo tienen almacenamiento por cinco días", explica Rodríguez.
El contrato realizado con EMS Energy también incluye la infraestructura y adquisición de futuras instalaciones, la asistencia técnica en la operación y la planeación. El convenio se financiará a través de los Proyectos de Impacto Diferido en el Registro del Gasto, conocidos como Pidiregas, lo que significa que la empresa realiza la inversión y al terminar las obras traslada a Pemex la deuda de financiamiento adquirida.
Este tipo de contratos, explica un estudio realizado por el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, están diseñados para que la paraestatal obtenga los recursos una vez que las obras estén concluidas y en condiciones de generar ingresos. Sólo que en el caso del convenio con EMS Energy no se trata de obras nuevas que vayan a generar un producto mercantil.


Intercambio tecnológico

Pemex ha celebrado convenios de colaboración en materia de investigación, desarrollo científico y tecnológico con al menos seis empresas extranjeras: la inglesa Shell, las estadounidenses ExxonMobil y Chevron, la noruega Statoil, la canadiense Nexen, la brasileña Petrobras y la danesa Maersk Olie Og Gas. Según Pemex los convenios no tienen fin comercial, pero se manejan con absoluta reserva.
Se supone que estos convenios están encaminados a la evaluación del potencial de desarrollo en aguas profundas, pero sus verdaderos alcances están ocultos por una cláusula de confidencialidad que protege por 10 años la información intercambiada entre los firmantes.
Así se indica en el décimoprimer punto del convenio establecido con ExxonMobil: "Las Partes se obligan a mantener con toda la reserva que sea necesaria la confidencialidad de la 'Información Confidencial' que reciban de la otra Parte a partir de la fecha de firma de este Convenio o con anterioridad a la misma y a no enajenarla, arrendarla, prestarla, grabarla, negociarla, revelarla, publicarla, enseñarla, darla a conocer, transmitirla o de alguna otra forma divulgarla o proporcionarla, total o parcialmente a cualquier persona física o moral, nacional o extranjera, pública o privada, por cualquier medio conocido o por conocerse, aún cuando se trate de incluirla o entregarla en otros documentos como estudios, reportes, propuestas u ofertas, en todo o en parte".


A contracorriente

Para entrar a explorar y producir especialmente en las aguas profundas del Golfo de México, el gobierno ha comenzado a promover la idea de asociarse con las grandes compañías petroleras mediante convenios distintos a los contratos de obra que ya se manejan. Pero mientras la Presidencia de la República hace esta promoción a través de un spot que puso al aire en tiempos oficiales y colgó en su sitio de internet (http://www.presidencia.gob.mx/), en otros países la tendencia es recuperar la propiedad cedida anteriormente a las transnacionales.
Bolivia y Ecuador en Sudamérica, Rusia y China en Asia son algunos de los países que han retomado el control de sus hidrocarburos al revisar los llamados contratos de riesgo que mantienen con estas empresas, los cuales implican compartir o incluso ceder los derechos sobre lo explotado.
El aumento progresivo de la demanda mundial de petróleo -2 por ciento anual según la Agencia Internacional de Energía- y la declinación en las reservas de algunas regiones como el Mar del Norte, principal fuente de abastecimiento de Europa, han dado mayor fuerza a los países con empresas nacionales: Arabia Saudita, Irán, Iraq, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Venezuela, Libia y Nigeria.
Las empresas nacionales más fuertes cuentan con una razón de reserva/producción de 78 años, mientras que las cinco compañías internacionales más grandes (ExxonMobil, BP, Chevron, ConocoPhillips y Shell) suman apenas un índice de 11 años, según un artículo publicado en enero del 2008 en la World Energy Magazine por Mike Bahorich, director de Exploración y Producción y vicepresiden- te de la compañía petrolera Apache Corporation.
Un estudio del servicio de investigación del Congreso de Estados Unidos, publicado en agosto del 2007, reconoce que no es probable que la tendencia cambie a favor de las transnacionales porque hay una competencia cada vez más fuerte y evidente entre las NOC (National Oil Companies) y las IOC (International Oils Companies).
"En la medida en que las naciones establecen sus propias empresas petroleras nacionales, los territorios abiertos a la exploración y al desarrollo por parte de empresas privadas podrían reducirse. Como lo sugiere el ejemplo de Venezuela, incluso en los países donde hay asociaciones entre las empresas petroleras privadas y las nacionales, si se da cualquier revisión de las acciones, es probable que sea a favor de las nacionales", señala dicho estudio.
La disputa entre ExxonMobil y PDVSA, luego de que la empresa venezolana nacionalizara los proyectos petroleros en la faja del Orinoco, es un ejemplo de cómo se busca retomar el mando.
Bolivia también ha recuperado cierto control sobre sus yacimientos de gas. A pesar de no contar con infraestructura para su procesamiento, el presidente Evo Morales nacionalizó el gas en mayo del 2006, pero no en un esquema de expropiación como el que en 1937 dio lugar a la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), tras expulsar a la Standard Oil del país. Esta vez la YPFB negoció con las compañías que explotaban el gas en Bolivia -Petrobras, Repsol y Total- contratos donde la empresa nacional se quedaría con el 60 u 82 por ciento de los réditos de la producción.
Ecuador reformó el año pasado su Ley de Hidrocarburos para exigir a las empresas internacionales el 99 por ciento de los excedentes por las ventas petroleras. La acción del presidente Rafael Correa vino tras la decisión de su antecesor, Alfredo Palacios, de cancelar el contrato de la compañía estadounidense Occidental Petroleum.
"Lo que han hecho muchos gobiernos, ha sido renegociar los contratos de riesgo", explica Rosío Vargas, experta en el sector energético del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM. "Se sabe que la energía es un bien tan importante que ningún país está en la posición de dejarlo bajo el control de los privados, porque se ha vuelto un asunto de seguridad energética".
Incluso Petrobras, que permite desde 1997 la intervención de transnacionales en la producción de crudo, detuvo sus licitaciones a partir del descubrimiento el año pasado del campo Tupi, con reservas de hasta 8 mil millones de barriles. El anuncio del descubrimiento del campo sucedió días antes de la novena licitación de la Agencia Nacional de Petróleo, y en ésta se excluyeron 41 campos con las mismas características de Tupi, con la intención de replantear las condiciones de las licitaciones.
En una reunión celebrada con el grupo Constitución del 17, Fernando Siqueira y Murilo Marcato, miembros de la Asociación de Ingenieros de Petrobras (AEPET), explicaron que después de la reforma de 1997 las más beneficiadas han sido las transnacionales y no el Estado brasileño.
El primer 18 por ciento de acciones que se cotizaron en Wall Street en 2001, por ejemplo, se vendieron en 20 mil millones de dólares, mientras que el estimado total del patrimonio de la empresa era de 500 mil millones de dólares. Ahora Petrobras cuenta sólo con el 40 por ciento de las acciones de la petrolera, ya que otro 40 se cotiza en Nueva York y el resto en otros mercados.
"La privatización se vendió como que se haría sólo con empresas deficitarias, o que serían asociaciones, pero la realidad es que se vendieron muy baratas y no benefició al país", dijo Marcato.


De nacional a nacional

En lugar de asociarse con las transnacionales, las empresas nacionales tienden a buscar alianzas entre sí. Rusia, India y China, por ejemplo, firmaron el año pasado un convenio para controlar gasoductos a través de Asia Central y el Medio Oriente.
Lukoil tiene apenas un 14 por ciento de capital del Estado ruso, pero el gobierno de Vladimir Putin ha venido estableciendo acuerdos con otros países para el desarrollo de una red de oleoductos y gasoductos y convertirse en el árbitro del suministro de petróleo y gas para Europa y los grandes centros económicos y demográficos del Asia oriental.
Ante el crecimiento económico, China es de los países con más aumento de demanda energética. Ha recibido fuerte inversión extranjera, pero al mismo tiempo sus tres mayores compañías petroleras estatales, la Corporación Petrolera de China, la Corporación Petroquímica de China y la Corporación Nacional de China de Petróleo Marítimo, han realizado contratos y compras de campos de petróleo y gas en el exterior.
"China e India están buscando suministros seguros para sus crecientes economías, haciendo contratos con países como Sudán en Irán, donde las transnacionales han salidos por razones políticas", explica la investigadora Vargas.
Las acciones de estos países han alertado a Estados Unidos, que en un reporte realizado por el Consejo Nacional del Petróleo y titulado Hard truths about energy, advierte que se trata de un riesgo para la seguridad energética de su país y recomienda a las empresas buscar mayores alianzas para fortalecer el intercambio comercial y la inversión global en energía.
En esos planes tienen en la mira a México.


PUBLICADO EN ENFOQUE EL 16 DE MARZO DEL 2008